Muchas veces envío cuentos fantasiosos plagados de inconsistencias que distorsionan la realidad o que no son del todo ciertos. No es porque no me duela la realidad. No es una forma de evadirla sino por el contrario de encontrar una rendija para poder decir lo que quiero sin que se note tanto mi dolor, indignación o ganas de que las cosas sean de otra forma…Me gustaría pensar que es una forma de resistir, que no nos gane el mal humor o lo peor, caer en la desidia o en la resignación…
Para mi contar un cuento es la forma que encuentro para decir la verdad…que es muy distinto a creer que uno tiene la verdad o querer imponerla…soy malísimo en convencer a alguien de algo…carezco de argumentos sólidos y memoria precisa. Desde chico veía dos verdades en una misma discusión y no lograba tomar partido…Lo cual me hacía dubitativo, parecía siempre tibio, inseguro y un poco tonto…con el tiempo ese problema se transformó en una virtud que guarde en secreto…hasta que descubrí el poder del cuento. Extender la realidad por lugares ridículos, inverosímiles que en el fondo encubrían sentimientos. Por qué en definitiva casi siempre digo la verdad y en el “casi” está el secreto o la magia del cuento.
Una cosa más. En los asados o juntadas me encanta cuando me dicen: “esuchate esta historia que son de las que te gustan a vos camboyano”.
Historias camboyanas.
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Andres Dunayevich
Somos las historias que nos contaron y nos contamos