Ayer viendo el popular programa de cocina Máster Chef me deba cuenta que me generaba algo de bronca, además del hambre que me da justo después de haber comido, pero había algo más profundo que no lograba detectar.

Me despierto a la mañana y cuando me miro al espejo, me doy cuenta que soy feo…pero también registro que lo mismo que me pasa con Mater Chef me pasaba con el programa de Bailes Showmatch de Tineilli que a pesar de la música y las chicas lindas no lo toleraba. Y ahí es cuando me cayó la ficha. Detesto la cultura de la evaluación. Del que uno que sabe y el otro que no se somete. Una cultura del poder verticalista e inquisidora de la que no creo. Todo lo contrario considero al maestro desde una conexión amorosa donde el proceso de enseñanza aprendizaje se da más como un intercambio estimulante. “Enseñar es aprender dos veces” dice el refrán y quien aprende también enseña. Sin embargo predomina la idea que el que sabe tiene el poder y control total, y el que no debe ser sumiso al conocimiento. Lo viví con ciertos docentes en la Facultad y en algunos momentos en la escuela. Profesores que destilaban odio y sus propias frustraciones depositadas en los alumnos. Una profe me maltrataba siempre que podía y tenía especial interés por mi apellido judío. Un día me llego a decir: “DUNAYEVICH, Ud. nunca pero nunca va a aprobar en mi materia y que me la llevaría hasta el infinito. Entonces un día de primavera ocurrió el milagro. Esta profesora mal llamada “La Renga” supo venirse envuelta con un vestido horrendo con unas flores grandes y rojas y un blanco amarillento que adornaban muy mal su juvenil vestido. Me quedé con la mirada perdida en ella hasta que me sorprendió con un DUNAYEVICH que está mirando?

Agradezco a Dios, haberme dado la rapidez mental para contestarle: – Que primaveral que se vino hoy!! Que hermoso vestido que la acompaña. Se ruborizo y me agradeció públicamente. A partir de allí, la relación cambio y superé los exámenes con cierta comodidad y hasta nos mirábamos con picardía. No así algunos de mis más queridos amigos y compañeros que ese año no pasaron los exámenes en marzo y debieron repetir el séptimo año. Un golpe muy duro para todos.

Algo aprendí de todo esto, el poder de las palabras bien dichas en el momento justo.

Una historia Camboyana.

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